Manejo en línea recta, doy amplias curvas, voy conociendo mi moto, la fuerza que debo ejercer en el acelerador, con cuánta anticipación debo meter el freno trasero o delantero para frenar grácilmente y no de esa forma aparatosa como lo hice las primeras veces, aumento y disminuyo la velocidad, siempre sin pasar de 20 kilómetros, gozo un puyero.
Cuando ya era obvio que podía ir en línea recta, comienzo a hacer zig zag, amplios zig zags que siempre terminaban en abruptos frenazos, la moto se me fue de lado tres veces... Tres veces sentí el beso que se dieron mi moto y el asfalto, tres veces pensé en lo tanto que me gusta bailar y el riesgo que corrí de que la moto me golpeara seriamente la pierna (luzco orgullosa varios morados verdosos como "heridas de guerra"). Hago un esfuerzo terrible con los brazos para levantar mi "liviana" moto, el mismo esfuerzo que hago para no ponerme a llorar del miedo, del pavor...
Mi instructor me dice "Lo está haciendo muy bien... Vamos a los conos", pienso, "tan lindo, tiene tanta fe en mí" y me presenta una hilera de conos anaranjados separados por unos dos metros entre si, me dice que debo hacer zig zag entre ellos, que es fácil, que afloje la cintura, que yo puedo hacerlo.
Me preparo, miro los conos, trato de calcular, lo cual es algo dificilísimo para mí, tengo serias dificultades para calcular distancias, y esa es una de las cosas que evitó, hasta ahora, que yo manejara. Me invento un discurso mental "Si... Ahora... Muy bien... Yo puedo... Voy a cruzar... Perfecto... Claro que si... Lo voy a hacer... Maravilloso" y cuando termino de decir la última palabra, me doy cuenta de que dejé atrás los conos y seguí en línea recta todo el tiempo. Eso ocurrió una decena de veces, miraba como pasaban los conos a mi lado mientras yo me quedaba como extasiada en la línea recta, oyendo mi propia voz mental dándome ánimo, hasta que, la moto decidió, tal vez por hastío, cruzar el cono del medio y hacer un 8 y yo se lo permití.
Entro en éxtasis, hice un 8, me metí entre dos conos, crucé. Vuelvo a hacerlo una, dos, tres, cinco, doce, veinte veces. La moto suena feliz, y decide que ya el 8 lo domina, que ahora quiere cruzar los conos, y empieza un suplicio de una hora y media más o menos, cruzo dos conos, dejo de cruzar tres, cruzo uno, le paso por el lado a cuatro, los cruzo de dos en dos, y se me olvida regresar y sigo derecho como para dejar atrás tanta angustia. Me regreso, y, en un momento, que no tiene nada de especial, cruzo cada cono, suave, muy lentamente, como reptando, haciendo el juego entre el acelerador y el freno, tratando de no caerme, de no tumbar el cono que dejo atrás, y lo logro.